La historia de Papa
Papa tiene una foto del motor de una moto en la pared de su dormitorio. Con tan solo 21 años, ya se ha consolidado como un mecánico excepcional, dedicando sus días a remendar y reparar motos. «Arreglar motos siempre ha sido una pasión para mí desde que era un niño», dice.
Cuando un gran tumor comenzó a crecer en el lado izquierdo de su cara, no solo puso en peligro su salud, sino que temió que arruinara sus perspectivas como mecánico profesional. «Este trabajo tiene muchas exigencias físicas; es mucho más difícil hacerlo con un tumor», explicó.
Esto significó que, durante años, Papa luchó con un futuro que parecía incierto.
El efecto dominó de la enfermedad: toda la comunidad sufre
El tumor era un crecimiento no canceroso que se originaba en los tejidos de su mandíbula. Cuando fue por primera vez al hospital con un pequeño bulto cuando era adolescente, le dijeron a Papa que era un dolor de muelas que se curaría. Pero cada año, crecía, llegando a tener el tamaño de una naranja. Presionó los nervios de su cara y bloqueó parcialmente su vista.
«Era una situación difícil porque es un joven que se supone que debe disfrutar de su vida», dijo su padre, Touré. Además del dolor constante, Touré dice que el tumor afectó la autoestima de Papa: «Ver a tus amigos de la infancia con buena salud mientras estás discapacitado es muy vergonzoso para un niño».
La familia de Papa lo describió como ambicioso. Esta ambición se basa en un sentido de responsabilidad por su familia y su comunidad. Siempre se ha enorgullecido de poder ayudar a sus padres y apoyar a sus hermanos menores. Dirige un taller de reparación de motos con un amigo, donde ofrece servicios esenciales y capacita a jóvenes que quieren aprender el oficio. «Lo abrí y formé a algunos aprendices. Incluso tengo colegas que trabajan en otros lugares, yo les enseñé».
Con un tumor en crecimiento, a Papa le preocupaba que la incertidumbre inminente de su salud afectara su futuro y tuviera un efecto dominó en su familia y amigos.
Hace unos años, la esperanza brillaba en el horizonte para Papa cuando su familia recaudó fondos suficientes para pagar una cirugía en un hospital. Justo cuando la operación estaba a punto de comenzar, hubo un corte de luz. A medida que la luz volvía a la vida, el miedo y la desconfianza nuevos pesaban mucho sobre Papa. Temeroso de que la luz pudiera flaquear de nuevo durante un momento tan crítico, aplazó a regañadientes la cirugía.
Esperanza renovada
«Me enteré de Naves de Esperanza por un amigo, que también es mecánico», recuerda Papa. En 2022, su amigo leyó en línea que el nuevo buque hospital de Naves de Esperanza, el Global Mercy™, navegaría a Senegal para dar atención quirúrgica segura y gratuita a las personas necesitadas.
Papa visitó un hospital cercano donde un equipo médico voluntario de Naves de Esperanza estaba realizando exámenes para los pacientes.
Los recuerdos de su experiencia anterior persistieron, dejando a Papa lidiando con emociones contradictorias cuando fue aprobado para la cirugía. Pero el anhelo de sanación superó el miedo. «Tenía miedo, pero confiaba en Dios», dice Papa.
La sanación de Papa fue más allá de lo físico
A medida que la neblina de la anestesia se disipaba gradualmente después de su cirugía, Papa no tuvo que llevarse la manos a la cara para saber que el tumor había desaparecido.
«Cuando me desperté, no lo toqué, pero sentí que el tumor había desaparecido porque antes, el tumor me bloqueaba la vista». Por primera vez en años, la visión de Papa no tenía obstáculos.
Su cirugía consistió en extirpar parte de su mandíbula donde el tumor estaba creciendo. Luego, los cirujanos voluntarios reconstruyeron su mandíbula usando una placa de metal.
Papa pasó semanas recuperándose en las salas del hospital, encontrando conexión con otros pacientes y miembros de la tripulación a través de actividades como manualidades. «Incluso hice pulseras yo solo; lo aprendí mientras estaba en el hospital… las enfermeras me enseñaron a hacerlo», recordó Papa.
Paul Kangethe, un enfermero voluntario de Estados Unidos, cuidó a Papa después de la cirugía. Observó que a medida que la curación física de Papa estaba en marcha, la transformación se volvió más que superficial.
«El primer día después de la cirugía, estaba callado, se quedaba en cama, no interactuaba, no hablaba mucho. Pero a medida que pasaban los días, era mucho más interactivo y activo… Parecía que se sentía mucho más cómodo hablando y compartiendo».
El amigo de Papa expresó su gratitud cuando regresó a casa, sano y esperanzado. «Lo que habéis hecho no es solo por Papa, sino también por la comunidad. Todos estábamos preocupados por
él. Su tumor ha desaparecido y su salud, dignidad y alegría han sido restauradas. Hicisteis esto por Papa y por toda la ciudad», celebró.
Los años con el tumor habían proyectado una sombra de incertidumbre, lo que dificultaba a Papa imaginar un futuro en el que la salud no fuera una preocupación constante. Habló de aspiraciones aparentemente sencillas que antes parecían lejanas: «Siempre quise sacarme el carné de conducir y el DNI. El tumor me ha impedido tener esos documentos».
Ahora que está sano, han surgido nuevos sueños donde antes había miedo. «Quiero volver a trabajar y pasar tiempo con mis padres y hermanos», compartió Papa. «Yo también soy joven y me gustaría casarme y tener mi propia familia».